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YO TAMBIÉN ESTUBE ALLÍ.

noviembre 10, 2009

Yo también estuve allí. Si los políticos escucharan la voz de la calle -o mejor, si de verdad les importara lo que piensa la gente- la multitudinaria manifestación hubiese tenido consecuencias políticas inmediatas. Y más teniendo en cuenta que nunca antes se había producido una respuesta popular equiparable, ni de lejos, a cualquier otra decisión política del Gobierno, de apoyo o de rechazo a la misma.

Una consecuencia, por ejemplo, hubiese sido la destitución fulminante de una ministrilla que dice que la unión exitosa de un espermatozoide HUMANO con un óvulo HUMANO no da como resultado un zigoto HUMANO. ¡Ele la ministrilla del millón!. Su explicación al respecto es que no hay ningún argumento científico que lo avale. Y siguiendo ese discurso de la niña de Chaves se concluye que no es un asesinato (crimen con premeditación y alevosía) matar a un niño en la tripita de su madre.

Luego está toda la retórica de justificación del coro “progresista”: que “nosotras parimos, nosotras decidimos” (el pobre niñito permanece a merced de la inmisericorde decisión de los infanticidas); que la embarazada sufre daño psicológico, sin consentir en la ayuda de otros que desean asistirla; que el niño a despedazar en el seno materno (suena fuerte eh, pero es así como se hace un aborto: despedazando al feto) tiene antecedentes de tara física o mental en sus progenitores, por lo que en un debate televisivo propusieron matar a Beethoven-feto, que tenía antecedentes familiares de sífilis y alcoholismo; afortunadamente el genio universal de la música había nacido más de un siglo antes, lo que le salvó de los propósitos de la ministrilla “progre” y correligionarios abortistas. Y así otras sinrazones de justificación de la “interrupción” voluntaria del embarazo, entre las cuales sinrazones está la de que se quiere meter en la cárcel a las madres que aborten, lo que no ha sucedido nunca en España.

En fin, que la “mani” estuvo concurrida, alegre, esperanzada, llena de jóvenes, de mayores, de niños, de enfermos y de gente sana, de toda clase de personas normales, que creen que la dignidad, la integridad moral y física de la persona, y su libertad son valores supremos e intangibles, porque así nos ha querido el Creador al hacernos verdaderamente hijos suyos, ¡HIJOS DE DIOS!.

17-O499

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